Más importante que creer en las propiedades mágicas de la verdad absoluta e incontaminada es la realización de lo que se nos ha dicho. ¿Por qué nos dicen lo que nos dicen?
Un puñado de batas blancas surcando el país, goteando y mirándolos en un vaso de precipitados. Se está formando un grupo de trabajo, con nombre en inglés, varios hombres blancos con trajes grises y caras inexpresivas. Danos una fórmula. Muéstranos el camino. Y desde arriba, Munir, un hombre uniformado que nos empuja como un rebaño hacia el cielo. Algunas personas piensan que puede ser así de simple. no es así. Y sigue siendo bueno.
La política no es una ciencia exacta y no puede serlo. No hay una fórmula, no hay una manera. Esto no es un problema. De hecho, esta es la solución. No es la mejor solución. Pero es lo mejor que hemos encontrado hasta ahora.
Hace unos días, escuché a un científico quejarse de frustración, pérdida y tal vez incluso decepción, cuando cada economista dio su versión diferente de cómo podría ser el futuro del país. Asombraba tanto a la mente práctica, usada en los laboratorios, que podía haber más de un modelo y que los gráficos se retorcían según quien los mostrara.
